Un
problema de salud pública mundial es el consumo de tabaco. Según la
Organización Mundial de la Salud (OMS), el tabaquismo representa la segunda
causa principal de muerte en el mundo; esto supone casi cinco millones de
muertes cada año. Los cálculos de la OMS señalan que para el año 2020 causará
el doble de defunciones que las actuales, esto es, cerca de 10 millones de
muertes.
Además
de la magnitud de la epidemia deben agregarse los costos elevados consecutivos
al consumo de tabaco, en particular en países en vías de desarrollo. Estos
costos incluyen los de la atención de las enfermedades secundarias al
tabaquismo, la muerte en edades productivas y la disminución de la
productividad en los enfermos, entre otros. Sin embargo, el panorama es aún más
sombrío al considerar la relación estrecha entre el tabaquismo y la pobreza, ya
que de acuerdo con la OMS, las familias de escasos recursos ocupan hasta 10%
del gasto familiar para adquirir tabaco, lo que a su vez modifica la dinámica
familiar al disponer de menores recursos para la alimentación, la educación y
la atención a la salud.
Hoy
en día la evidencia científica generada en los últimos 40 años demuestra que el
tabaco es uno de los productos más nocivos para la salud y que la nicotina es
una sustancia que induce adicción, por lo que el combate a su consumo se ha
convertido para todos los sistemas de salud del mundo en una prioridad, toda
vez que el tabaco es una de las principales causas prevenibles de enfermedad y
muerte.
Para el éxito de la lucha contra el tabaquismo es indispensable
contar con información y análisis permanentes, con objeto de orientar las
medidas de prevención y control que fortalezcan la política fiscal del tabaco,
eliminar la publicidad de los productos, crear ambientes y espacios libres de
humo, evitar el acceso de los adolescentes al producto, suministrar información
de manera permanente a la población sobre los daños, ofrecer opciones de
tratamiento a los fumadores y propiciar la sustitución de cultivos. [1]
Los
datos de la ENA 2002 indican que casi 14 millones (26.4%) de personas del área
urbana entre 12 y 65 años de edad son fumadoras activas. A pesar de que se
observa con claridad un incremento del número de fumadores, de nueve millones
en 1988 a casi 14 millones en 2002, la prevalencia sólo muestra un discreto
aumento, de 25.8% en 1988 a 26.4% en 2002. Además, en este último año se
identificó un número mayor de individuos que nunca han fumado y menos ex
fumadores. En contraste, la mayoría de las personas en el área rural de 12 a 65
años de edad corresponde a no fumadores (70.7%). Sólo 14.3% (2.4 millones) de
los sujetos fuma. [1]
Tabaquismo en adolescentes
El inicio del consumo de tabaco a edad temprana implica la
integración de un grupo de fumadores muy jóvenes, cuyo estudio se separó en la
ENA 2002 para diferenciarlo de la situación de los adolescentes (el consumo
ilegal) y los adultos. Casi un millón de adolescentes de 12 a 17 años en área
urbana son fumadores (10.1%), con una mayor prevalencia en los hombres (15.4%)
respecto de las mujeres (4.8%). En el área rural, la prevalencia de fumadores
menores de edad es menor (6.1%); se observa el mismo patrón de mayor consumo en
los varones (11.3% en hombres contra 1% en mujeres). La facilidad del acceso al
tabaco por los menores de edad se refleja en México en la información
disponible de consumo de tabaco en adolescentes, a pesar de la legislación
vigente. [1]
Tabaquismo en adultos
En cuanto a los
fumadores adultos de 18 a 65 años de edad, la prevalencia es de 30.2% (12.9
millones) en el área urbana. La prevalencia por sexo es de 45.3% en hombres y
18.4% en mujeres. En el área rural, 16.6% (2.2 millones) es fumador (32.3% de
hombres y 4.2% de mujeres). [1]
[1] Pablo Antonio Kuri-Morales, M en C; Jesús Felipe González-Roldán, M en C; María Jesús Hoy, M en C; Mario Cortés-Ramírez, M en C. (2012). Epidemiología del tabaquismo en México. 08/06/2019, de PUBLIC HEALTH Sitio web: https://www.scielosp.org/article/spm/2006.v48suppl1/s91-s98/